No, no, no y no… Yo quiero ir en mi moto
¡Y dale con lo mismo! ¿No tienes otro argumento más que ese?
Pues no… no lo acepto. ¡No!
¿Cómo puedes decirme eso?
Mira, la verdad es que ya estás poniéndote en un plan que no soporto.
Llevo años oyendo la misma cantinela y los mismos argumentos.
Primero fue mi madre (todas las madres son iguales…) utilizando técnicas que sólo la que te ha tenido en su vientre puede usar. Tocándote la fibra sensible como sólo ellas pueden conseguirlo.
Que si el disgusto me puede matar…
Que no ves que si te caes el parachoques eres tu…
Que si no quieres que viva y esté siempre preocupada…
O incluso utilizando técnicas de abuso de poder como la famosa frase de: “¡Mientras estés en mi casa nada de moto!”
O esa otra de: “Cuando no vivas con nosotros podrás hacer lo que te de la gana. Mientras tanto debes de cumplir nuestras normas.”
También me tocó ver como mi padre, con claros ojitos de recordar sus viejos tiempos de ansia de libertad, se me acercaba con la intención de hacerme ver las bonanzas del coche respecto a las motos. E incluso llegaba a “chantajearte” con insinuaciones como: “Tu sácate el carnet, que algún día de estos te dejo el coche para que salgas por ahí…”
Mis amigos tampoco se quedaban atrás y me llamaban loco o chulo por gustarme las motos… “Con lo bien que se va en un GTI y la música a todo trapo… ¡Por favor!”
Como la mayoría de los jóvenes, me tuve que conformar con un sucedáneo de lo que es ser motorista y disfrutar hasta la saciedad de mi ciclomotor. Ese conato de libertad motera que me daban los 80 o 90 Kms de autonomía que me daban los apenas 4 litros del depósito de mi ciclomotor era lo máximo en mi vida.
Tener esa libertad motora para irme con mis amigos por la sierra.
Tener sensación de velocidad con mis apenas 70 Km/h.
Al principio era como si hubiera conseguido mi sueño… pero en realidad fue como al niño que le entusiasma el chocolate pero tan sólo le dan un pequeño bombón.
Años y años exprimiendo al máximo ese ciclomotor.
Años y años soñando con poder tener una moto de verdad.
Años y años esperando poder alcanzar mi sueño.
Y durante todos esos años de espera, he tenido que aguantar a tanto “entendido” del mundo de las motos que siempre le faltaba tiempo para contarme todos los peligros y problemas que entraña ir en esos vehículos.
Siempre me llegaba el típico que tenía un primo, de un amigo suyo, que tuvo tal accidente… o ese conocido que falleció en la carretera al salirse en una curva…
Nadie me contaba lo que era ser motero. Y menos me contaban las cosas buenas, por que como todo en la vida, ser motero tendría sus cosas malas pero también su parte buena.
A pesar de tanto “animador”, me saqué mi preciado carnet para motos y me lo guardé durante mucho tiempo en mi bolsillo.
Dejé atrás sueños y oportunidades, en parte por respeto a mis padres a los que tanto quiero, y por otra parte por tanto “desanimo” de mi entorno.
Hasta que llegó un día, ya con años de experiencia en la vida, donde necesitaba recuperar esa ilusión. Quería un cambio brusco en mi vida ya que mi situación era distinta. Independizado, con trabajo, en mi casa y con unas renovadas ganas de disfrutar de la vida.
Pasé horas y horas buscando, mirando, comparando… y al final me decidí.
Por fin descubrí lo que era ser motero y no sin olvidarme de todas las cosas malas (que las tiene); pero no dejé de disfrutar y conocer las partes buenas.
Me encontré en un mundo lleno de solidaridad, de complicidad.
Encontré hermanos de sensaciones, hermanos de sueños y disfrutamos juntos de conseguir lo soñado.
Recorrí carreteras nuevas, y las que no lo eran ahora me lo parecían. Descubrí una forma totalmente diferente de ver las ciudades, los sitios… las carreteras…
Esas sensación era nuevas para los dos. Esa curva, esa frenada, esa forma de “bailar” sobre la trazada.
Las rectas dejaron de atraerme. No era lo mismo…Y no me importaba hacer más kilómetros si con ello conseguíamos más curvas, si conseguíamos “bailar” juntos más tiempo.
Conocimos motones de nuevos lugares, de sitios, de bares… ¿y las personas? ¿Qué me dices de las personas?
Tu y yo hemos estado en montones de concentraciones o quedadas donde el ambiente es estupendo. Hemos disfrutado de la compañía de iguales. Altos o bajos, grandes o pequeños, rápidos o lentos, modernos o clásicos… todos somos iguales en el mundo motero.
Nuestro círculo de amistades ha crecido de forma exponencial, asistiendo a reuniones, manifestaciones por nuestros derechos o simplemente quedar para contar nuestras ultimas “aventuras” en moto.
¿Y ahora me vienes con esas? ¿Cómo puedes hacerme esto ahora?
Mira que hemos ido hecho juntos kilómetros, con agua, con viento… ¡hasta con nieve!
Hemos ido cargados hasta arriba con mochilas y bolsas. Hemos cruzado España juntos… ¿y ahora dices que no?
Por menos razones que estas conozco parejas que lo han dejado. Te lo digo en serio.
No… no es una amenaza. ¡No… Oye! Que no estoy diciendo esto porque me vaya a liar con esa alemana tan grande! ¡Que no te digo…!
Mira… te prometo que cuando lleguemos a casa, te voy a dar un baño.
Miraré incluso de comprarte unos zapatos nuevos y todo… te lo prometo.
Así que por favor te pido:
Arranca de una vez “gordita” y vámonos a casa. Que necesito ya rodar contigo y sentirme libre. Crucémonos una vez más ese Madrid atascado y enseñemos a tanto conductor como se mueve una Suzuki GSR entre tanta “lata”.
Y ya verás tonta… verás como cuando lleguemos a casa te voy a dar un “repasito” y te voy a dejar como nueva.
Y tranquila preciosa… que yo siempre diré:
“No, no y no… yo quiero ir en mi moto”